ABEJAS: EL EUROPARLAMENTO MANTIENE LA PROHIBICIÓN DE LOS NEONICOTINOIDES

22/06/2017 NOTICIAS, Planeta azul

La Comisión de Medio Ambiente del Parlamento Europeo (PE) ha rechazado hoy de forma masiva las objeciones de la eurodiputada Julie Girling a la prohibición de los neonicotinoides propuesta por la Comisión Europea. 43 eurodiputados votaron en contra de sus objeciones, ocho votaron a favor y seis se abstuvieron. 

La Comisión presentó la propuesta de prohibición de los insecticidas neonicotinoides (imidacloprid, tiamtoxam y clotianidina) a los gobiernos de la UE hace tres meses y los representantes gubernamentales la discutieron en una reunión del Comité Permanente en mayo. Ahora, la Comisión Europea debería tomar nota del resultado en la Comisión de Medio Ambiente, de cara a la próxima reunión del Comité Permanente que se celebrará del 19 al 20 de julio.

“Llevamos más de veinte años denunciando el peligro de los insecticidas neonicotinoides. ¿Cuánto más daño hay que hacer antes de que finalmente se prohíban del todo?” se ha preguntado Luís Ferreirim, responsable de la campaña de agricultura de Greenpeace España. “Cada vez es mayor la evidencia científica que muestra el daño que estos insecticidas causan a las abejas y otras especies. La ministra Tejerina debe abanderar la protección de las abejas y la biodiversidad y posicionarse a favor de una prohibición total de los neonicotinoides”.

El 16 de mayo apicultores y Greenpeace entregaron más de 400 000 firmas a la ministra de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, Isabel García Tejerina, para mostrar el apoyo popular a la prohibición de los insecticidas peligrosos para las abejas. Esta recogida de firmas sigue en marcha y, desde entonces, otras 15 000 personas han sumado su nombre a esta petición.

Las abejas y otros polinizadores son esenciales para el equilibrio ecológico del planeta, la biodiversidad y nuestra propia seguridad alimentaria. Sin embargo, sus poblaciones están en declive y entre los principales factores que las amenazan se encuentra el uso masivo de plaguicidas sintéticos en la agricultura industrial. Es fundamental actuar con urgencia y de forma contundente. Eliminar los plaguicidas peligrosos es un paso fundamental para mejorar su salud y permitir que se enfrenten mejor a las demás amenazas.

 

 

¿QUÉ ESTÁ OCURRIENDO CON LAS ABEJAS?

Los datos sobre la crisis de los insectos polinizadores son inconsistentes o no existen, lamentan los expertos europeos en una cumbre organizada en Bruselas.

Manuel Ansede. Bruselas 27 de junio de 2017 

Las abejas son el equivalente al sexo animal para muchas plantas. Gracias a su cuerpo cubierto de pelos, transportan fácilmente el polen desde las partes masculinas de una flor hasta las partes femeninas, ya sean de la misma planta o de otras alejadas. Así ocurre la reproducción en muchas especies vegetales, como la fresa, cuyo fruto requiere al menos 21 visitas de abejas para ser grande y sabroso, según los cálculos de Naciones Unidas. Las abejas no son los únicos insectos polinizadores, pero son vitales en cultivos como la alfalfa, las almendras, los pepinos y las fresas.

La Unión Europea está preocupada. En los últimos años, diferentes estudios científicos han señalado el declive de las abejas, asediadas por una multitud de amenazas: la destrucción de su hábitat, el uso abusivo de algunos pesticidas hoy prohibidos temporalmente en la UE, la invasora avispa asiática que ataca las colmenas, el ácaro Varroa que chupa sus líquidos internos, el parásito Nosema apis que afecta a su aparato digestivo, el cambio climático. Y el principal problema es que se desconoce qué está pasando realmente. Faltan datos.

“Nuestro objetivo es reunir a los apicultores, los agricultores, la industria, los científicos, los expertos en evaluación de riesgos, los ciudadanos y los políticos para estudiar cómo mejorar la toma de datos para evaluar de manera más realista el estado de salud de las abejas en Europa”, declaró ayer el veterinario Simon More, del University College de Dublín (Irlanda).

El mensaje es claro: hay que recoger muchos más datos sobre lo que está pasando y, sobre todo, compartirlos.

More ha inaugurado el simposio científico Hacia una asociación europea para las abejas, coorganizado en Bruselas por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), que ha invitado al acto a EL PAÍS. La reunión supone un intento de iluminar un sector a menudo opaco por la mezcolanza de intereses. El mensaje es claro: hay que recoger muchos más datos sobre lo que está pasando y, sobre todo, compartirlos.

El alemán Walter Haefeker, presidente de la Asociación Europea de Apicultores Profesionales, se ha encargado de poner los pies en el suelo a los asistentes. “Los apicultores necesitamos privacidad”, ha defendido. Su organización aboga por ofrecer “datos anonimizados” o “cifrados, con la llave en la mano del apicultor”. Divulgar un problema en las colmenas de una empresa puede arruinar su negocio.

El zoólogo Miguel Ángel Miranda, de la Universidad de las Islas Baleares, señala otro problema: la abundancia de “apicultores de fin de semana”. En España, hay 24.755 apicultores, de los que solo el 19% son profesionales, según las cifras del Ministerio de Agricultura. Esto puede provocar, según Miranda, que los tratamientos de las abejas se apliquen mal en muchas colmenas, generándose resistencias contra las enfermedades.

Laszlo Kuster, de la Dirección General de Seguridad Alimentaria de la Comisión Europea, ha detallado la magnitud del desafío. Kuster ha recordado los recientes resultados del primer programa de vigilancia de la mortalidad de colonias de abejas melíferas en 17 países de la UE. El proyecto, bautizado Epilobee, analizó 176.860 colonias, con una metodología establecida, pero incluso en esas condiciones muchos de los datos no estaban tomados de manera armonizada. “Incluso con la mejor preparación, los datos son insuficientes”, ha lamentado Kuster.

Los resultados de Epilobee en el invierno de 2013-2014 mostraron mortalidades de un 5% en España, un 14% en Francia y un 15% en Suecia. Un año antes, con un invierno más largo y frío, la mortalidad alcanzó un 10%, un 14% y un 29%, respectivamente. En cualquier caso, son porcentajes alejados de las cifras alarmistas manejadas por algunas organizaciones ecologistas, aunque la ingente cantidad de datos se sigue estudiando.

Los inspectores de Epilobee registraron las prácticas apícolas en cada colmena, anotaron las manifestaciones clínicas de enfermedades infecciosas y parasitarias y tomaron muestras para su análisis, pero se centraron en las abejas domésticas. En Europa hay una sola especie de abeja doméstica, pero pululan 1.884 especies silvestres.

El biólogo y científico de la computación Arthur Thomas llegó al mundo de las abejas hace unos meses. Thomas, del Instituto de Internet de Oxford, es un experto en elaborar modelos predictivos sobre el comportamiento futuro de diferentes poblaciones de seres vivos. No tenía “ni idea” de la complejidad de los problemas que afrontan las abejas, pero su estupefacción llegó por otro lado. “La disponibilidad de datos es sorprendentemente escasa. Incluso en el ámbito nacional es complicado conseguir datos. O son inconsistentes o no existen”, apunta.

La mayor parte de los estudios científicos que existen son de alcance geográfico muy limitado y examinan solo una o dos variables, pero no las interacciones entre todas las amenazas. El sector sabe que la situación no va a cambiar de la noche a la mañana. La veterinaria portuguesa Ana Afonso, líder del equipo de riesgos emergentes en la EFSA, lo resume en una frase: “No va a nacer un Google Abejas el año que viene, con información en tiempo real”. Pero ese sería, reconoce, su objetivo ideal.

 

 

DATOS APICULTURA 2017

Censo de colmenas

El número de colmenas existente a principios de año ascendía a 2,85 millones, un 1,28% más que en abril de 2015 (2,72 millones) y unas 560.000 más que hace una década. De ellas, 609.957 se encuentran en Extremadura, 588.079 en Andalucía y 438.828 en Castilla y León.

 

Unión Europea

A nivel comunitario, el número de colmenas era de 15,7 millones de media anuales en el periodo 2014-2016. España es el país con más colmenas de la UE (15,6% en ese periodo), seguido de Francia y Grecia (con algo más del 10% cada uno). En España el 80% de las colmenas se encuentran en explotaciones profesionales frente a una media del 40,47% en la UE.

 

Producción de miel y de cera

La producción de miel disminuyó ligeramente en España en 2016, según los datos provisionales recogidos por el Ministerio en su informe. Se situó en 32.076 toneladas, frente a las 33.441 toneladas del año anterior. También cedió la de la cera, que fue de 1.734 toneladas (1.802 en 2015).

 

Importaciones

En 2016 se importaron en España 29.010 toneladas de miel, según datos provisionales. Esa cifra supone una caída respecto a las 30.764 toneladas que llegaron del exterior en 2015. De ese volumen, 16.043 procedían de países terceros y, en concreto, 7.975 de China. Las importaciones de ese país se redujeron considerablemente respecto a la escalada observada en años anteriores (en 2015 fueron de 17.847 toneladas). Crecieron, por el contrario, las llegadas desde Argentina (3.410 toneladas), Uruguay (1.955) y Ucrania (1.424 toneladas). A nivel comunitario también se registró esa caída de las importaciones de China y el aumento de las procedentes de Argentina.

 

Exportaciones

Las exportaciones españolas también disminuyeron. Pasaron de 30.208 toneladas en 2015 a 26.913 en 2016.

Agroeuropa nº 1.449. 24 de julio de 2017

 

HACIA UN CONTROL MÁS SOSTENIBLE DE LAS PLAGAS DE INSECTOS Y ÁCAROS

FUENTE | UPM - mi+d. 20/02/2017

Descubren la anisoplina, una nueva proteína producida por un hongo patógeno de insectos y ácaros que ofrece nuevas posibilidades en el diseño de herramientas biotecnológicas para el control de plagas. Este descubrimiento ha sido realizado por un equipo de investigadores de las universidades Politécnica y Complutense de Madrid.

Las plagas de insectos son uno de los principales problemas a los que se enfrenta la agricultura, y el uso de pesticidas para combatirlas se acaba convirtiendo en un procedimiento ineficaz debido al desarrollo de resistencias. En este escenario adquiere una relevancia singular el descubrimiento y la caracterización de una nueva toxina fúngica, la anisoplina, que abre la puerta al diseño de nuevas estrategias ambientalmente sostenibles para luchar contra el azote de estos organismos que crean graves daños a los cultivos y pueden originar grandes pérdidas económicas y daños medioambientales. El hallazgo ha sido posible gracias a la colaboración establecida entre un grupo de investigación de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y otro de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) dentro del Programa Internacional de Captación de Talento (PICATA, Campus de Excelencia Internacional Moncloa UPM-UCM).

La anisoplina es una proteína tóxica que pertenece al grupo de las ribotoxinas fúngicas. Se trata de una familia de proteínas que pueden llegar a ser letales, pero que son producidas por hongos tan corrientes y, en principio, tan inofensivos, como los de los géneros
Aspergillus y Penicillium. Tan inofensivos que algunos se emplean en la elaboración de alimentos, como el conocido tofu, o incluso medicamentos como la imprescindible penicilina. Estas ribotoxinas son enzimas. Es decir, proteínas que pueden actuar como catalizadores eficaces y selectivos de reacciones químicas muy concretas. En este caso se trata de unas enzimas de la familia que se conoce bajo la denominación general de ribonucleasas, porque degradan el ácido ribonucleico o RNA. Las ribotoxinas son, sin embargo, unas ribonucleasas muy especiales porque sólo rompen un enlace de RNA de todos los miles que puede haber en la célula. Un enlace cuya rotura inactiva la nano máquina que fabrica las proteínas: el ribosoma -de ahí su nombre, ribotoxinas-, es decir, matan a las células anulando su capacidad para producir proteínas.


Recientemente se ha descrito su capacidad insecticida y se ha demostrado que son especialmente eficaces frente a células y larvas de insecto. Por este motivo, el descubrimiento que ahora se acaba de realizar adquiere una relevancia particular dado que el hongo que produce la anisoplina es un conocido entomopatógeno, es decir, que su función natural es infectar y matar insectos. Es más,
Metarhizium anisopliae, que es como se llama, ya se usa como control de plagas desde finales del siglo XIX. Existen incluso formulaciones comerciales para controlar a las termitas, por ejemplo. Mucho más recientemente, también se ha descrito su eficacia en el control del ácaro de las abejas (Varroa destructor) y de al menos uno de los mosquitos responsables de la transmisión de la malaria (Anopheles gambiae).

 aspergillus
Aspergillus giganteus produce ribotoxinas que pueden ser empleadas con efectos beneficiosos (Foto realizada por Belén Patiño).

La anisoplina ha salido a la luz como resultado de una investigación realizada en colaboración entre el grupo Manejo Integrado de Plagas de la UPM, centrado en el estudio y desarrollo de métodos de control de plagas, y el grupo de Proteínas Tóxicas de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), con experiencia en la caracterización estructural y funcional de proteínas. Como señala Pilar Medina, una de las investigadoras que ha participado en el estudio, "el descubrimiento de la anisoplina abre la puerta al diseño de nuevas estrategias moleculares, ambientalmente sostenibles, no sólo de control de plagas nocivas para los cultivos agrícolas, sino incluso para la potencial prevención de enfermedades tan graves como la propia malaria". Sin embargo, también añaden que "queda ahora mucho trabajo todavía por hacer si se quiere conseguir materializar lo que este proyecto parece prometer. Esperemos que se pueda contar con los recursos necesarios".

Referencias bibliográficas:
M. Olombrada, P. Medina, F. Budia, J.G. Gavilanes, A. Martínez-del-Pozo y L. García-Ortega (2017)
Characterization of a new toxin from the entomopathogenic fungus Metarhizium anisopliae: the ribotoxin anisoplinBiological Chemistry 398, 135-142.

EL CALVARIO DE LAS ABEJAS

Antonio Cerrillo, Barcelona. 20/02/2017

Miles de abejas aparecieron muertas en las Sierras de las Moreras el pasado 1 de febrero en Mazarrón, Murcia (Pablo BlÁzquez / Pablo Blazquez).

Más de dos millones de abejas murieron el pasado 1 de febrero a causa de una intoxicación masiva en la pedanía de Cañada de Gallego, en Mazarrón (Murcia). Un manto negro de insectos sembraba al día siguiente el terreno en el que el propietario tenía sus 180 colmenas. Todo indica que el suceso se debió a una fumigación con insecticidas en un campo cercano de nectarinos.

La muerte por insecticidas es una de las causas del declive de las abejas en Europa, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Pero son muchos otros los peligros que acechan a los insectos polinizadores. El aumento de la intensificación de la agricultura ha provocado la degradación de sus hábitats.

Informe de la UICN

EL 9,2% de las especies europeas de abejas silvestres están amenazadas por extinción

Los episodios de intoxicación masiva de abejas se han ido haciendo más frecuentes los últimos años en Valencia y Murcia, donde la agricultura intensiva utiliza enormes cantidades de plaguicidas (insecticidas y herbicidas) para hacer más competitivos sus frutales y cítricos. “Un aumento de productos fitosanitarios y el empleo de variedades con una floración más temprana son un cóctel aniquilador para las abejas”, indica Carlos Zafra, veterinario de la Asociación de Apicultores de la Región de Murcia.

El problema lo estamos teniendo con los árboles frutales, sobre todo con el nectarino y el melocotonero, y con los cítricos. Se emplean variedades que empiezan la floración en enero, cuando las abejas empiezan a despertarse. Llegan a la flor muertas de hambre y mueren envenenadas”, explica Fernando Calatayud, técnico de la Agrupación de Defensa Sanitaria Apícola de Valencia (Apiads), que reúne a 500 apicultores y 90.000 colmenas.

El veterinario Carlos Zafra destaca, además, que muchos de estos insecticidas están autorizados y son tóxicos tanto para las abejas y otros insectos. “No olvidemos que los insecticidas han sido diseñados para matar y las abeja son insectos”, añade, antes de admitir que se están prohibiendo algunos de los productos fitosanitarias más peligrosos.

El 9,2% de todas las especies de abejas silvestres en Europa están amenazadas de extinción, según una evaluación de la UICN de marzo del 2015, con información de 1.965 especies de abejas de toda Europa. El 7,7% de las poblaciones están en declive, el 12,6% están estables y el 0,7% están incrementándose (aunque la tendencia para el 79% de las especies de abejas es desconocida).

Los informes de Apiads concluyen que el 30% de las abejas que han aparecido muertas contenían neonicotinoides, un insecticida que actúa en el sistema central de los insectos. Tres de estos insecticidas fueron parcialmente prohibidos por la UE en diciembre del 2013. Los insectos ven atacado su sistema nervioso, pierden la orientación, no pueden regresar a las colmenas y sufren parálisis e incluso la muerte.

Las amenazas

Plaguicidas, parásitos, enfermedades y cambio climático forman el duro cerco que acecha la supervivencia de las abejas.

La manera más habitual de la intoxicación aguda de las abejas es a partir de fumigaciones. Los insecticidas pulverizados en las hojas dejan residuos tóxicos en el néctar y en el polen de las flores, donde liban las abejas. En otras ocasiones, en el caso de las semillas tratadas, el insecticida que las recubre va siendo absorbido por el sistema vascular de la planta y, a medida que esta crece, alcanza las hojas y contamina también las flores donde se depositará la abeja. Además, también se generan polvos tóxicos en la siembra que pueden contaminar la flora silvestre atractiva para las abejas.

Pero los neonicotinoides no son la única causa del declive. Es el modelo agrario intensivo el que actúa de motor del cambio de hábitats. El uso de fertilizantes uniformiza los campos, los deja con pocas plantas con flores. Las abejas necesitan una variedad de plantas espontáneas que aseguren una floración todo el año.

No sabemos los efectos directos de los herbicidas sobre las abejas, pero sí los indirectos, que son una reducción de la biodiversidad vegetal”, dice Luis Ferreirim, responsable de agricultura de Greenpeace. “Los herbicidas matan las malas hierbas, con lo que las abejas pierden posibilidades de libar sus flores”, dice Juan Felipe Carrasco, coordinador de la campaña Movemos Europa (WeMove.EU) en España, destinada a prohibir el glifosato, un herbicida declarado como posible cancerígeno en humanos por la OMS. Con esta campaña, se persigue también reducir el uso de pesticidas en Europa con un modelo agrario más ecológico.

La abeja europea (Apis mellifera), también conocida como abeja doméstica o abeja melífera, ha afrontado múltiples amenazas. En la década de los años 50 y 60 del siglo pasado, la llegada de insecticidas como el DDT se convirtió en un gran peligro, aunque en España el cerco a las colmenas llegó en los años ochenta del siglo pasado con la varroa (Varroa destructor), un ácaro parecido a una araña que mide sólo 0,4 mm.

La varroa se adhiere al cuerpo de las abejas adultas o las larvas y causa su debilitamiento y muerte. “La varroa continúa siendo la enfermedad de distribución mundial que más daños ocasiona en la apicultura. Los daños no sólo derivan de la acción directa de los ácaros sobre las abejas, sino también porque favorece la aparición generalizada de infecciones víricas y bacterianas”, dice Iria Costela, veterinaria del sindicato agrario COAG.

En Europa, los cálculos apuntan a que cada año la mortalidad media en las colonias de abejas es del 20%, y en España estamos en la media de la UE”, dice Costela. Todo ello comporta a los apicultores la dura tarea de reponer enjambres. Josep Maria Claria, responsable del sector apícola d’Unió de Pagesos, señala que las poblaciones de abeja melífera están estables, aunque cree detectar que son menos productivas. “Antes se lograban 25 o 30 kilos por caja, y ahora, 18 o 20 kilos”, afirma. Claria sostiene que el cambio climático, algunas aves (sobre todo, el abejaruco) o la avispa asiática son otras amenazas para la abeja productora de la miel.

Fuentes del Departament d’Agricultura señalan que en Catalunya no se han dado casos de envenenamientos masivos agudos, como los registrados en Valencia o Murcia, lo que atribuyen a un mayor control sobre los productos fitosanitarios.

El cambio climático es otro importante factor de riesgo de extinción para la mayoría de las especies de abejas, y particularmente para los abejorros. Las fuertes lluvias, las sequías, las olas de calor y el aumento de las temperaturas pueden alterar los hábitats para los que están adaptadas estas especies. La UIC teme que se reduzca dramáticamente sus hábitats, hasta conducirles a un declive de la población. Un total del 25,8% de las especies de abejorros de Europa están amenazadas de extinción.

El declive de las abejas se debe a muchos factores”, explica Luis Ferreirim, responsable del área de Agricultura de Greenpeace. “Pero si combatimos los plaguicidas, las abejas estarán en mejores condiciones para afrontar las otras amenazas”, sostiene.

Datos del sindicato COAG

La mortalidad media anual en España de las colonias de la abeja melífera es del 20%, según Coag.

Neonicotinoides, un enemigo letal ya demostrado

La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, en la sigla de inglés) concluyó en el año 2013 que tres de los insecticidas neonicotinoides (imidacloprid, thiametoxam y clotianidina) comportan un alto riesgo de exposición aguda para las colonias de abejas.

Y, a partir de esos estudios, la Comisión Europea impuso el 1 de diciembre del 2013 una prohibición parcial para estos productos en cultivos que sean atractivos para las abejas (frutales, maíz, colza, soja, cebada, trigo…), aunque con importantes excepciones (cereales de invierno, invernaderos y los usos después de la floración...). No obstante, todas estas medidas quedaban condicionadas a una nueva reevaluación científica por parte la EFSA, parcialmente efectuada.

Así, la EFSA confirmó en noviembre del 2016 que los usos autorizados de dos de estos productos (imidacloprid y clotianidina) representan un alto riesgo para las abejas, o que un riesgo elevado no puede ser excluido. La evaluación de la EFSA debe estar concluida este año y se deberá decidir qué hacer con las prohibiciones parciales: retirarlas, ampliarlas a otros usos o prohibir estas sustancias para la totalidad de los usos.

Greenpeace ha activado su campaña para pedir la prohibición de todos los insecticidas neonicotinoides. Un informe de esta organización encargado a la Universidad de Sussex (Reino Unido) concluye que los neonicotinoides plantean riesgos mayores de lo que se pensaba, y no sólo para las abejas melíferas, como ya se sabía, sino también para muchas otras especies, como los abejorros, las mariposas y otros.

La evidencia de que los insecticidas neonicotinoides están contribuyendo a la disminución de las abejas silvestres y al agravamiento de los problemas de salud de las abejas melíferas es más fuerte que cuando se aprobó la prohibición parcial en la UE. Además ahora podemos demostrar que aparte de las abejas, los neonicotinoides pueden vincularse de manera plausible a la disminución de las poblaciones de mariposas, aves e insectos acuáticos. Dada la evidencia de un daño ambiental tan generalizado, parecería prudente ampliar el alcance de la actual restricción europea”, ha afirmado Dave Goulson, profesor de biología, experto europeo en ecología de los abejorros y uno de los autores del informe.

Un estudio realizado por Greenpeace en 2014 calculó que en España el 70% de los principales cultivos depende de la polinización por insectos. Además, determinó también que este tipo de polinización supone para la agricultura española más de 2.400 millones de euros anuales (a nivel mundial supone 265.000 millones de euros anuales y para Europa 22.000 millones anuales).

España, líder europeo en producción agrícola y también en producción de miel y polen, debe ser uno de los principales interesados en proteger a las abejas y demás polinizadores bien como en promover decididamente las alternativas ecológicas. Solo estas fomentan la biodiversidad y garantizan una producción alimentaria hoy y en el futuro”, ha concluido Luís Ferreirim, responsable de agricultura de Greenpeace España.